Martin Heidegger
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EPÍLOGO A “¿QUE ES METAFÍSICA?”

Martin Heidegger

Traducción de Eduardo García Belsunce publicada en Revista de Filosofía, Universidad nacional de La Plata, 1964, nº 14, pp. 74-82.

 

La pregunta “¿Qué es metafísica?” queda como pregunta. El siguiente Epílogo es, para quien persevera en la pregunta, un prólogo más inicial. La pregunta “¿Que es metafísica?” pregunta más allá de la metafísica. Surge a un pensar que ha ingresado ya en la superación de la metafísica A la esencia de tales transiciones pertenece el que ellas, dentro de ciertos límites, deban hablar el lenguaje de aquello que procuran superar. La ocasión particular en que fue examinada la pregunta por la esencia de la metafísica, no debe inducir a pensar que esta pregunta esté ligada a ella, y deba partir de las ciencias La investigación moderna con otros modos del representar y con otras maneras de construir el ente, esta ligada al rasgo fundamental de aquella verdad, conforme a la cual todo ente es caracterizado por la voluntad para la voluntad (den Willen zum Willen), cuya primera forma comenzó a manifestarse como la “Voluntad de dominio”. “Voluntad”, entendida como rasgo fundamental de la entidad del ente, es la equiparación del ente con lo real, de manera que la realidad de lo real es potenciada (ermächtigt) para la hacibilidad (Machbarkeit) incondicionada de la permanente objetivización (Vergegenständlichung). La ciencia moderna no sirve a un fin sólo propuesto a ella, ni busca una verdad en sí. Es como un modo de la calculada objetivización del ente, una condición puesta por la misma voluntad para la voluntad, por la cual ésta asegura el señorío de su esencia. Puesto que toda objetivización del ente se consume en el proporcionar y afianzar del ente, y de éste se procura la posibilidad de su progreso, persiste la objetivización en (bei) el ente y ya toma a éste por el ser. Toda relación con el ente testimonia un saber del ser, pero también la incapacidad de permanecer desde sí en la ley de la verdad de este saber. Esta verdad es la verdad sobre el ente. La metafísica es la historia de esta verdad. Dice lo que es el ente en tanto conceptualiza la entidad del ente. En la entidad del ente piensa la metafísica el ser, sin poder, sin embargo, en su modo de pensar, hacerse cargo de la verdad del ser. la metafísica se mueve en todas partes en el ámbito de la verdad del ser, que .sigue siendo para ella su fundamento infundado y desconocido. Pero suponiendo que no sólo el ente proceda del ser, sino que también y aún más inicialmente el ser mismo descansa en su verdad y la verdad del ser se presenta (west) como el ser de la verdad, entonces es necesaria la pregunta de qué es la metafísica en su fundamento. Este preguntar debe pensar metafísicamente y al mismo tiempo desde el fondo de la metafísica, es decir, ya no metafísicamente. Tal preguntar sigue siendo ambiguo en un sentido esencial.

Todo intento de acompañar el curso de los pensamientos de la lección tropezará con obstáculos. Está bien que sea así. El preguntar será de ese modo mas auténtico Todo preguntar adecuado es ya un puente para la respuesta. Las respuestas esenciales son siempre sólo el último paso de las preguntas. Pero éste no se puede cumplir sin la larga serie de los pasos primeros e inmediatos La respuesta esencial obtiene su consistencia en la insistencia del preguntar. La respuesta esencial es sólo el comienzo de una decisión. responsable (Verantwortung). En ésta se manifiesta más originariamente el preguntar. Por eso la verdadera pregunta no es superada por la respuesta encontrada. Los obstáculos para copensar la lección son de dos clases. Unos surgen de los enigmas que se ocultan en el ámbito de lo pensado aquí. Los otros nacen de la incapacidad, con frecuencia de la no-voluntad (Unwillen), para pensar. En el ámbito del preguntar pensante pueden ayudar a veces reparos fugaces, tanto más los meditados cuidadosamente También las toscas equivocaciones sirven para algo, aun cuando sean proclamadas en la ira de una polémica obcecada. La reflexión debe retomar todo en la serenidad de la paciente meditación (Besinnung).

Los reparos y equivocaciones predominantes con respecto a esta lección se pueden reunir en tres grupos. Se dice:

1. La lección hace de “la nada” el único objeto de la metafísica. Puesto que la nada es lo absolutamente nulo, este pensar lleva a la opinión de que todo es nada, de modo que no vale la pena ni vivir ni morir. Una “Filosofía de la nada” es el perfecto “Nihilismo”.

2. La lección erige un temple de ánimo raro y además abatido, la angustia, en el único temple anímico fundamental. Puesto que la angustia (Angst) es el estado anímico del “medroso”' (“Angstlichen”) y pusilánime, este pensar reniega de la actitud valerosa de la intrepidez. Una “Filosofía de la angustia” paraliza la voluntad de acción.

3. La lección se define contra la “Lógica”. Puesto que el entendimiento contiene la norma de todo calcular y ordenar, este pensar abandona al ocasional temple de ánimo el juicio sobre la verdad. Una “Filosofía del mero sentimiento” amenaza el pensar “exacto” y la seguridad del obrar.

De una renovada reflexión sobre la lección surge el justo criterio frente a estas proposiciones. Ella ha de examinar si la nada que templa la angustia en su esencia se agota en una vacía negación de todo ente, o si lo que .nunca y de ningún modo es un ente se devela como lo que se diferencia de todo ente, lo que llamarlos el ser. Donde quiera y por más que toda investigación busque afanosamente al ente, no encontrará en ninguna parte al ser. Encuentra siempre solamente al ente porque de antemano en su propósito de explicar, persiste en el ente. El ser no es pues ninguna propiedad entitativa del ente. El ser no se deja representar y construir objetivamente como el ente. Lo absolutamente otro de todo ente, es lo no-ente. Pero esta nada está presente (west) como el ser. Rehusamos el pensamiento muy apresuradamente cuando por medio de una fácil explicación hacemos pasar la nada como lo mero nulo (Nichtige) y la equipararnos a lo carente de ser (Wesenlosen). En vez de condescender a este apresuramiento de vacua sagacidad y renunciar a la enigmática multiplicidad de la nada, debemos estar preparados en la única disposición (Bereitschaff) para experimentar en la nada la amplitud de aquello que da seguridad (Gewähr) a todo ente. Esto es el ser mismo. Sin el ser, cuya esencia abismal todavía no desplegada nos envía la nada en la angustia esencial, todo ente permanecería en la carencia de ser (Seinlosigkeit) Sólo que ésta tampoco será como desvalimiento del ser (Seinverlassenheit), una nada nulificante, corno que pertenece a la esencia del ser el que el ser jamás está presente (west) sin el ente, el que nunca un ente es sin el ser.

Una experiencia del ser como lo otro de todo ente dona la angustia, supuesto que nosotros por “angustia” ante la angustia, es decir, por la mera ansiedad (Ängtlichkeit) del miedo, no rehuyamos la voz silenciosa que nos templa en el horror del abismo. Sin embargo si al llamar la atención sobre esta angustia esencial abandonarlos arbitrariamente la marcha del pensar de esta lección, perdemos la angustia como temple de animo acorde, por aquella voz, a la relación con la nada; nos resta entonces la angustia como “sentimiento” aislado que, en el conocido surtido de los estados anímicos donde hurga la psicología, podernos diferenciar y dividir frente a otros sentimientos. Al hilo de la razonable distinción entre “arriba” y “abajo” se pueden clasificar entonces los temples de ánimo en las clases de los eufóricos (erhebenden) y los depresivos. La caza activa de “tipos” y “contratipos” de los “sentimientos”, de clases y subclases de esos “tipos”, nunca agotará el botín. Sin embargo, esta exploración antropológica del hombre permanece siempre fuera de la posibilidad de seguir la marcha del pensamiento de la lección; pues ésta piensa desde la atención a la voz del ser, en el templar (das Stimmen) que sobreviene desde esta voz que reclama al hombre en su esencia (Wesen) para que aprenda a experimentar el ser en la nada.

La disposición a la angustia es el sí para la insistencia (Inständigkeit), para llevar a cabo el supremo reclamo por el cual únicamente se alcanza la esencia del hombre. Únicamente el hombre entre todos los entes experimenta, llamado por la voz del ser, la maravilla de las maravillas:

Que el ente es. Así pues el que es llamado (der Gerufene) en su esencia a la verdad del ser, está por eso siempre templado de un modo esencial. El sereno valor para la angustia esencial garantiza la misteriosa posibilidad de la experiencia del ser. Pues próximo, junto a la angustia esencial como horror del abismo, habita el temeroso respeto (Scheu). Éste despeja y protege aquel emplazamiento de la esencia del hombre (Menschenwesens), dentro del cual él queda arraigado (heimisch) en lo permanente.

Al contrario la “angustia” ante la angustia puede extraviarse tanto, que desconozca las simples relaciones en la esencia de la angustia. ¿Qué sería toda audacia si no encontrara en la angustia esencial su constante apoyo? En la medida que despreciamos la angustia esencial y la relación del ser al hombre que se despeja en ella, degradamos la esencia de la audacia. Ésta es capaz de soportar la nada. La audacia reconoce, en el abismo del horror, el espacio apenas hollado del ser, desde cuya luminidad (Lichtung) Cada ente retorna a lo que es y puede ser. Esta lección ni persigue una “Filosofía de la angustia”, ni trata de causar la impresión de una “filosofía heroica''. Sólo piensa lo que desde su comienzo ha surgido al pensamiento occidental como lo que está para pensar (das zu Denkende) y al mismo tiempo ha permanecido olvidarlo: el ser. Pero el ser no es ningún producto del pensar. Muy por el contrario, el pensar esencial es un acaecimiento del ser (Ereignis des Seins).

Por eso también, será necesario ahora formular la pregunta apenas expresada, acerca de si este pensamiento está ya en la ley de su verdad cuando sólo sigue al pensar que abarca la “lógica” en sus formas y reglas. ¿Por qué pone la lección este título entre comillas? Para indicar que la “lógica” sólo es una interpretación de la esencia del pensar, y por cierto aquella que ya reposa, según su nombre, sobre la experiencia del ser alcanzada en el pensamiento griego. La sospecha frente a la “lógica”, de la que la logística puede considerarse la consecuente degeneración, surge al saber de aquel pensar que encuentra su fuente en la experiencia de la verdad del ser, pero no en la consideración de la objetividad del ente El pensar exacto no es nunca el mas riguroso, como que el rigor recibe su esencia del modo del esfuerzo, con que en cada momento el saber sostiene la relación con lo esencial del ente. El pensar exacto se enlaza únicamente al calcular con el ente y sirve exclusivamente a éste.

Todo calcular hace entrar íntegramente lo computable en lo computado, para utilizarlo para el cómputo inmediato. El calcular no tolera más que lo computable. Cada cosa es sólo lo que se computa. Lo computado cada vez, asegura el progreso del enumerar. Éste agota (verbrancht) progresivamente los números y es, él mismo, un progresivo consumirse (Sichverzehren). El buen resultado del cálculo con el ente sirve como explicación de su ser. El calcular usa de antemano todo ente como lo computable y agota lo computado por el cómputo. Este uso agotador del ente delata el carácter consumidor del cálculo. Solamente porque el número es aumentable hasta lo infinito, y esto indiferenciablemente según la dirección de lo grande y lo pequeño, puede ocultarse la esencia consumidora del cálculo detrás de sus productos y prestar al pensar calculador el brillo de la productividad, mientras da valor anticipadamente, y no sólo en sus resultados ulteriores, a todo ente solamente en la forma de lo obtenible. (Beistellbar) y consumible. El pensar calculador se coerciona a sí mismo en la coacción para dominar todo a partir de la consecuencia de su proceder. No puede sospechar que todo lo calculable del cálculo, antes de las sumas y productos computados en cada caso por él, es ya una totalidad (Ganzes) cuya unidad pertenece por cierto a lo incalculable, que se sustrae, con su carácter desasosegante (Unheimlichkeit) a las garras; del cálculo. Lo que sin embargo siempre y en toda ocasión se ha cerrado de antemano a las exigencias del cálculo, y no obstante siempre, en una incognoscibilidad enigmática, está más próxima al hombre que todo ente -en el cual él y su pre-tensión (Vorhaben) se establecen- puede a veces templar (stimmen) la esencia del hombre en un pensar cuya “verdad” ninguna “lógica” puede abrazar. El pensar cuyos pensamientos no sólo no calculan, sino que en general están determinados por lo otro que el ente, es el pensar esencial. En lugar de calcular el ente con el ente, se prodiga en el ser para la verdad del ser. Este pensar responde al reclamo del ser en tanto el hombre abandona su esencia histórica (geschichtliches Wesen) a lo simple de la necesidad particular, que no obliga mientras compele, sino que crea la necesidad que se cumple en la libertad de la ofrenda (Opfer). Lo necesario (die Not) es que la verdad del ser sea salvaguardada, sea lo que fuere lo que quepa en suerte al hombre y a todo ente. La ofrenda es la prodigalidad -liberada de toda coacción porque resurge desde el abismo de la libertad- de la esencia del hombre en el cuidado (Wahrung) de la verdad del ser para el ente. En la ofrenda acaece el secreto agradecimiento (Dank), único que aprecia la gracia (Huld) como aquello que el ser ha transferido a la esencia del hombre en el pensar, para que éste en su relación con el ser, se haga cargo de la custodia del ser. El pensar inicial es la resonancia de la benevolencia (Gunst) del ser, en la cual lo Único se despeja y puede acaecer: que el ente es. Esta resonancia es la respuesta humana a la palabra de la voz silenciosa del ser. La respuesta del pensar es el origen de la palabra humana, palabra que deja surgir el lenguaje como la resonancia de la palabra (des Wortes) en las palabras (in die Wörter). Si no hubiese, de tiempo en tiempo, un pensar oculto en el fundamento de la esencia (Wesensgrunde) del hombre histórico, entonces él nunca seria capaz de agradecimiento (Danken), supuesto que en toda reflexión (Bedenken) y en todo agradecer (Bedanken) deba haber un pensar que piense inicialmente la verdad del ser.

Pero ¿de qué otra manera se encontraría cada vez lo humano en el agradecer originario, si no fuese que la benevolencia del ser, en abierta relación a sí misma, asegura al hombre la nobleza de la pobreza, en la cual la libertad de la ofrenda . (Opfers) oculta el tesoro de su esencia? La ofrenda es el alejarse del ente en el camino hacia el cuidado (Wharung) de la benevolencia del ser. La ofrenda, a través del obrar y el ejecutar, puede en verdad prepararse y manejarse en el ente, pero nunca se cumplirá plenamente de este modo. Su realización procede de la insistencia (Inständigkeit) desde la cual todo hombre histórico, al obrar -el pensar esencial es también un obrar- conserva el Dasein logrado, para el cuidado de la dignidad (Würde) del ser. Esta insistencia es la ecuanimidad (Gleichmut) que no deja perturbar la oculta disposición para la esencia -dispuesta al alejamiento (abschiedlich)- de toda ofrenda. La ofrenda mora (ist heimisch) en la esencia de lo que acontece, como aquello que el ser del hombre toma en consideración para la verdad del ser. Por eso la ofrenda no tolera ningún cálculo a través del cual se pueda calcular cada vez la utilidad o inutilidad, sean sus fines subalternos o elevados. Tal calcular desfigura la esencia de la ofrenda. La búsqueda de fines perturba la limpidez del angustioso temblor de la generosidad (Opfermutes) que se ha propuesto la vecindad de lo indestructible.

El pensar del ser no busca en el ente ningún apoyo. El pensar esencial atiende a los lentos signos de lo incalculable y reconoce en ellos el anuncio inmemorial de lo inevitable. Este pensar está atento a la verdad de ser :y ayuda así al ser de la verdad, para que encuentre su sitio en lo humano histórico. Esta ayuda no produce ningún resultado, porque no necesita la acción. El pensar esencial ayuda como simple insistencia en el Dasein, en tanto en ella se enciende lo que es semejante, sin que ella disponga sobre eso, o tan sólo pueda saberlo.

El pensar, obediente a la voz del ser, busca para éste la palabra desde la cual se exprese la verdad del ser. Sólo cuando el lenguaje del hombre histórico surge desde la palabra, está en equilibrio (im Lot). Pero si él [el lenguaje] está en equilibrio, entonces la seguridad (Gewähr) de la voz silenciosa de ocultas fuentes, hace señas hacia él. El pensar del ser custodia la palabra y cumple su destino (Bestimmung) en ese custodiar (Behuttsamkeit) Es el cuidado (Sorge) por el uso del lenguaje del silencio largo tiempo custodiado y de la clarificación cuidadosa del ámbito despejado en. él, llega el decir del pensador. De igual procedencia es el nombrar del poeta. Puesto que lo igual sólo es igual en cuanto distinto, y el poetizar (Dichten) y el pensar (Denken) se asemejan del modo más genuino (am reinsten) en el cuidado de la palabra, ambos simultáneamente están separados al máximo en su esencia. El pensador dice el ser. El poeta nombra lo sagrado (das Heilige). No puede resolverse aquí cómo pues, pensando a partir de la esencia del ser, el poetizar (Dichten) y la gratitud (Danken) y el pensar (Denken) remiten uno a otro y están al mismo tiempo separados. Presumiblemente, surgen la gratitud y el poetizar, en distinto modo; antes del pensar inicial que ellos utilizan, sin poder ser por sí un pensar.

Se conoce algo sobre la relación de la filosofía y la poesía (Poesie). Pero nada sabernos del diálogo del poeta y del pensador que “moran próximos sobre las cumbres más separadas”.

Uno de los lugares esenciales del silencio es la angustia; en el sentido del horror, en el cual el abismo de la nada templa al hombre. La nada como lo otro del ente es el velo del ser. En el ser se ha consumado ya inicialmente, todo destino (Geschick) del ente.

La última obra poética del último poeta de la helenidad originaria, el Edipo en Colono de Sófocles, concluye con estas palabras, que impremeditadamente retornan a la historia oculta de este pueblo, y custodian su entrada en la desconocida verdad del ser:

 

Žllƒ Žpopaæete mhdƒ ¤pÜ pleÛv
yr°non
¢geÛrete
p‹ntvw
gŒr ¦xei t‹de xèrow

Mas cesad, y nunca más en adelante
Despertéis cl lamento;
Dondequiera pues se mantiene en sí lo acontecido que custodia la consumación decisiva.

  Martin Heidegger

 

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