Stanislaw Lem - Salvemos el espacio




     Una de las mejores cosas que le pueden suceder a la literatura de ciencia
     ficción, generalmente tan presa de una incómoda solemnidad apocalíptica y
     de la tentación de tomarse a sí misma demasiado en serio, es que un autor
     talentoso y absoluto dueño de su oficio como Stanislaw Lem le dé una
     sacudida de irreverencia y la refresque con un sentido del humor que, de
     seguro, hará mucha falta en el futuro próximo. La imaginación desbordada
     de Lem está aquí al servicio de un turista espacial cuyas preocupaciones
     ecológicas van de la mano de un conocimiento amplísimo de la flora y la
     fauna siderales, sitiadas por la basura intergaláctica que la indolencia
     humana suele acumular en todo sitio y en cualquier época.


     Después de mi larga estancia en la Tierra emprendí un viaje para volver a
     visitar los lugares preferidos de mis antiguas excursiones: los grupos
     esféricos de Perseo, la constelación de Carnero y la gran nube estelar en
     el núcleo de la Galaxia. En todos lados encontré cambios sobre los cuales
     me es muy difícil escribir, ya que no han sido, precisamente, para bien.
     Hoy en día se habla mucho acerca de la difusión del turismo cósmico; sin
     duda el turismo es algo muy útil, pero todo debe tener su medida.
     El desorden comienza al pasar la puerta. El cinturón de asteroides que
     circula entre Tierra y Marte se encuentra en un estado lamentable. Esa
     monumental chatarra rocosa, antes hundida en la eternidad de la noche, fue
     iluminada con luz eléctrica. Además, cada asteroide ha sido esculpido
     pedazo a pedazo, con iniciales y monogramas.
     El preferido por todas las parejitas enamoradas, Eros, tiembla bajo los
     impactos con los que diversos seudocalígrafos forjan en su corteza un
     sinfín de dedicatorias. Algunos oportunistas les rentan martillos,
     martillos neumáticos y hasta desarmadores, y así nadie puede encontrar una
     roca virginal en ese lugar que antes era el más salvaje de los paraísos.
     Por doquier asustan los letreros "Sentimos amor infinito en este
     meteorito", "He aquí la roca del asteroide, bajo ella duró nuestro amor",
     y otros similares con corazones atravesados por flechas, del peor gusto.
     En Ceres, de la cual gustaron, no entiendo por qué, las familias
     numerosas, florece una verdadera plaga de fotomanía. Ahí merodean muchos
     fotógrafos, quienes no sólo rentan las escafandras especiales para el
     retrato, sino también cubren las rocas con una emulsión y por una cuota
     muy baja eternizan sobre ellas excursiones enteras, fijándolas con barniz.
     Las familias en una pose adecuada -padre, madre, abuelos, hijos- sonríen
     en los rocosos precipicios, lo cual, como leí en algún folleto, crea la
     "atmósfera familiar".
     Respecto a Juno, ese pequeño y hace años hermoso planeta, prácticamente ha
     dejado de existir. Cualquiera que así lo desee fracciona su corteza y
     arroja los pedazos al vacío. No perdonan ni a los meteoritos de hierro,
     que destinan a anillos o broches de recuerdo, ni a los cometas; hoy hay
     pocos que aparecen de vez en cuando con la cola aún completa.
     Creía que al salir del sistema solar podría huir del tráfico de los
     cosmocamiones y de los retratos familiares firmados con espeluznantes
     versos, ¡pero cuál!
     El profesor Bruckee, del observatorio, hace poco se quejaba conmigo sobre
     el debilitamiento de la luz que emanan las dos estrellas de Centauro. ¡¿Y
     cómo su luz no ha de atenuarse si toda la zona está repleta de basura?!
     Alrededor del pesado planeta Sirio, atracción de ese sistema, se creó un
     anillo similar a los de Saturno, pero hecho de botellas de cerveza o de
     limonada. Cualquier cosmonauta que tome este rumbo deberá rebasar no sólo
     las nubes de meteoritos sino también latas, cáscaras de huevo y periódicos
     viejos. Inclusive hay en el camino varias zonas en las cuales resulta
     imposible ver las estrellas. Los astrofísicos, desde hace años, se rompen
     la cabeza por descubrir la causa del aumento del polvo cósmico en
     diferentes galaxias; pienso que el motivo es muy simple: mientras mayor
     grado de civilización habite la galaxia, mayor grado de basura habrá. De
     ahí todo ese polvo y desechos. El problema no concierne tanto a los
     astrofísicos sino a los barrenderos. Y aunque en otras nebulosas tampoco
     hayan podido resolverlo, en verdad no es ningún consuelo.
     Otro juego también digno de condenar es escupir al vacío, ya que la
     saliva, como cualquier líquido en general, se congela a bajas temperaturas
     y un choque contra ella puede conducir fácilmente a una verdadera
     catástrofe. Es embarazoso mencionarlo, pero las personas que suelen
     enfermar durante el viaje utilizan el Cosmos como una especie de
     escupidera, como si no supieran que las huellas de su malestar rondarán
     durante miles de años alrededor de las órbitas, despertando en los
     turistas asociaciones desagradables y un lógico rechazo.
     Un problema aparte es el alcoholismo. Pasando Sirio empecé a contar los
     enormes letreros que anuncian la "Amarga de Marte", "La Galáctica", "La
     Extralunar" o "Sputnik Wyborowa"; al poco tiempo desistí, ya que perdí la
     cuenta. De los pilotos he escuchado que algunos cosmódromos se vieron en
     la penosa necesidad de cambiar su combustible a base de alcohol por uno de
     ácido acético, porque frecuentemente sucedía que no había con qué
     despegar. La policía espacial repite que es difícil reconocer de lejos a
     un borracho en el espacio; todos justifican su tambaleante caminar con la
     falta de gravedad. Sin embargo, esto no cambia el hecho de que las
     prácticas de algunas estaciones de servicio piden la venganza de los
     cielos. A mí mismo me sucedió: pedí que me llenaran el tanque de reserva
     de oxígeno y, después de alejarme un poco, oí una serie de gorgoteos que
     provenían de él. Al instante me di cuenta de que fue llenado ¡con jerez!
     Cuando regresé para quejarme, el gerente de la estación insistió en que al
     momento de solicitarle el servicio le había guiñado el ojo. Puede ser que
     lo hiciera porque sufro de una conjuntivitis crónica, pero eso ¿debe
     justificar este tipo de sucesos?
     El desorden que persiste en los principales trayectos es insoportable. La
     enorme cantidad de accidentes no debe causar asombro, ya que la mayoría de
     la gente constantemente rebasa los límites de velocidad; sobre todo las
     mujeres, porque al viajar a velocidad luz detienen el tiempo y por lo
     mismo no envejecen. Muy a menudo se pueden encontrar también los típicos
     estorbos, los cosmocamiones, que contaminan con su gasolina obsoleta.
     Cuando en Palindronia exigí el libro de quejas, se me informó que el día
     anterior había sido deshecho por un meteorito. También suceden cosas
     extrañas con el suministro del oxígeno. A seis años luz antes de Beluria,
     uno no puede comprarlo en ninguna parte, y el efecto es que las personas
     que llegaron hasta ahí con fines turísticos se ven obligadas a refugiarse
     en los congeladores y esperar en estado de muerte reversible la llegada
     del siguiente transporte con el aire; sin esta medida simplemente no
     tendrían qué respirar. Cuando llegué ahí, en el cosmódromo no había un
     alma; todos hibernaban en los refrigeradores, pero eso sí, en el bar
     encontré desde piñas en coñac hasta cerveza Pilzner.
     Las condiciones sanitarias, sobre todo en los planetas pertenecientes a la
     Gran Reserva Ecológica, piden justicia divina. En Voz de Mersyturiia leí
     un artículo cuyo autor exige la total extinción de los maravillosos
     animales llamados Acechador Enguillidor. Estos depredadores poseen en su
     labio superior una serie de verrugas luminosas que pueden formar varios
     diseños. Es cierto que en la última década surgió la especie cuyas
     verrugas se agrupan formando las letras wc. Los Acechadores escogen los
     alrededores de campamentos, donde en la noche, en la oscuridad, esperan
     con las fauces muy abiertas al turista necesitado de un lugar íntimo. ¿El
     autor del artículo no comprende que los Acechadores son totalmente
     inocentes y en vez de a ellos habrá que demandar a los responsables por la
     falta de instalaciones sanitarias adecuadas?
     En la misma Mersyturiia, la carencia de comodidades comunitarias ha
     causado una serie de mutaciones genéticas de varios insectos.
     En los sitios renombrados por sus bellos paisajes, a menudo se pueden ver
     confortables sillones, hechos de mimbre, que parecen invitar al cansado
     caminante. Si el viajero se desliza sin pensarlo entre los cómodos
     descansabrazos, de inmediato éstos se lanzarán encima de él, y así el
     sillón resulta ser en realidad un millón de hormigas pintas (Hormiga-silla
     Martirizanalgas, en latín: Multipodium Pseudostellatum Trylopii), las
     cuales, al colocarse una encima de otra, simulan el tejido del mimbre. Me
     han llegado rumores de que hay otras especies (Alga Fofa, Moczyscier
     Przeprzasny y Vago Brutalito) que imitan fuentes de sodas, hamacas y hasta
     regaderas con toallas. Pero no puedo dar crédito a esas palabras ya que,
     por mi parte, no he visto nada similar y los expertos en la materia
     permanecen mudos al respecto. Sin embargo, vale la pena advertir sobre una
     nueva y poco común especie de serpiente-tripié: Telescopio (Anencephalus
     Pseudoopticus Tripedius Klaczkinensis). Telescopio se coloca en lugares
     panorámicos, abriendo sus tres largas y delgadas patas de tal manera que
     formen un triángulo. Con la parte más ancha de su cola apunta al paisaje y
     con la saliva que rellena su apertura bucal imita una lente, tentando a
     los curiosos a asomarse; para un incauto el encuentro tiene un final muy
     desagradable. Otra serpiente, pero del planeta Gaurymachia, Pérfida
     Embustera (Serpens Vitiosus Reichenmantlii), acecha en los arbustos y
     extiende su cola para que el distraído transeúnte se tropiece y caiga al
     suelo. Pero, en primera, este reptil se alimenta exclusivamente de rubias,
     y en segunda, no imita nada.
     El Espacio no es un jardín de niños, ni tampoco la evolución biológica es
     un idilio. Hay que repartir folletos similares al que vi en Derdymon, en
     el cual se advierte a los botánicos amateurs sobre Cruella Maravillosa
     (Pliximiglaquia Bombardans L.) Ésta florece con espléndidas flores, pero
     hay que resistirse al deseo de cortarlas porque Cruella vive en una
     estrecha simbiosis con Trituradora Rocosa, árbol que da frutos del tamaño
     de una calabaza, pero cornuda. Basta con cortar una sola flor para que en
     la cabeza del cándido coleccionista de especies vegetales caiga una lluvia
     de municiones, duras como las piedras. Posteriormente, ni Cruella ni
     Rocosa le hacen nada malo al difunto, satisfaciéndose con las
     consecuencias naturales del fallecimiento que proporcionan un estupendo
     abono para la tierra.
     Los especímenes extraños pueden encontrarse en cualquier planeta de la
     Reservación. Así, las sabanas de Beluria parecen un arco iris por el
     abundante colorido de las flores. Entre éstas sobresale por su hermosura y
     aroma Rosa Púrpura (Rosa Mendatrix Tichiana, como quiso nombrarla el
     profesor Pingle, quien fue el primero en describirla). Esta flor, en
     realidad, forma parte de la cola del Wedlowiec, un depredador de Beluria.
     El hambriento Wedlowiec se esconde entre la maleza desenredando su larga
     cola de tal manera que sólo la flor sobresale de entre el pasto. El
     turista, inconsciente del peligro, se acerca para olerla, y entonces el
     monstruo salta encima de él por atrás. Tiene los colmillos casi tan largos
     como los de un elefante. Así se cumple la variante cósmica del viejo
     refrán: ¡no hay rosa sin espinas!
     Aunque ahora me voy a desviar un poco del tema, no puedo resistirme al
     deseo de recordar otra rareza beluriana, que es una lejana familiar de la
     papa: Amargura Pensante (Gentiana Sapiens Suicidalis Pruck). Sus
     tubérculos son dulces y muy sabrosos; su nombre proviene de ciertas
     características espirituales. La Amargura, por mutación, produce a veces,
     en vez de tubérculos harinosos, pequeños cerebritos. Esta mutación,
     Amargura Loca (Gentiana Mentecapta), durante su desarrollo empieza a
     experimentar sensaciones de angustia; ella misma se saca las raíces y huye
     al bosque donde se entrega a reflexiones solitarias. Muy a menudo llega a
     la conclusión de que no vale la pena vivir y comete suicidio al captar la
     amargura de la existencia.
     Para el hombre, Amargura es inofensiva, al contrario de otra especie de
     Beluria: Rabiosa. Gracias a su natural adaptación, se adecuó al ambiente
     creado por los niños insoportables. Este tipo de niños suele correr sin
     parar, empujar o patear lo que sea, rompiendo con gran gusto los huevos de
     Agudo-Aguijón Trasero; Rabiosa produce frutos perfectamente iguales a esos
     huevos. El infante, al pensar que tiene un huevo frente a él, da rienda
     suelta a sus impulsos destructivos y lo patea, rompiéndolo; debido a esto,
     las sustancias aprisionadas en el seudohuevo se liberan y penetran en su
     organismo. El infante contagiado se transforma en un sujeto aparentemente
     normal, pero con el tiempo sufre una desviación incurable: adicción al
     juego de cartas, alcoholismo y libertinaje establecen la siguiente etapa
     después de la cual sigue el deceso o una gran carrera. A veces me he
     encontrado con la opinión de que hay que exterminar a la Rabiosa. Quienes
     lo dicen de seguro no han pesando en que, más bien, hay que educar a los
     niños para que no pateen cualquier objeto en un planeta extraño.
     Mi naturaleza es optimista y trato de mantener, con todas mis fuerzas, la
     buena opinión sobre el ser humano, pero en verdad no siempre es una tarea
     fácil. En Protosteneza vive un pequeño pajarito, símil de nuestro
     papagayo, pero en vez de hablar aquél escribe. Por desgracia, la mayoría
     de las veces escribe obscenidades sobre las bardas, mismas que le enseñan
     los turistas terrícolas. Algunas personas lo enfurecen a propósito al
     señalarle sus errores ortográficos. En ese momento el pajarito comienza a
     devorar todo lo que encuentra a su paso. La gente pone frente a su pico
     jengibre, pasas, pimienta y crotoaullador -una especie de hierba que al
     atardecer emite un prolongado grito, hierba de cocina utilizada a veces en
     vez del despertador. Cuando el pajarito muere de tanto comer, lo rostizan.
     Se llama Escribano Remedador (Graphomanus Spasmaticus Essenbachii).
     Actualmente esta inusual especie se encuentra en peligro de extinción,
     porque cualquier visitante de Protosteneza se afila los dientes para
     consumirlo.
     Y otra vez, algunas personas consideran que si nosotros comemos a las
     criaturas de otros planetas, todo está bien, pero si sucede lo contrario
     todos gritan, piden ayuda, exigen expediciones de castigo, etcétera.
     Cualquier denuncia que se haga sobre la perfidia y la embustería de la
     flora y la fauna cósmicas, es un absurdo antropomorfo. Si el Engañador
     Farsante, cuya apariencia asemeja un tronco podrido, se coloca sobre sus
     patas traseras en una posición adecuada para imitar una señal de los
     caminos montañosos, provocando que los turistas pierdan el rumbo y cuando
     caen a los precipicios, baja para alimentarse; si como digo, lo hace, es
     sólo porque la vigilancia no cuida las señales en los caminos de la
     Reservación; después la pintura se deslava, se pudren y en ese estado, las
     señales se parecen a aquel animal. Cualquier otro haría lo mismo en su
     lugar.
     Las renombradas fatamorganas de Stredogen existen gracias a los bajos
     instintos del ser humano. Antes, en este planeta crecían sólo papas y los
     Calurosos eran difícil de encontrar. Actualmente la multiplicación de
     estos últimos ha sido exorbitante. Arriba de ellos se extiende el aire,
     previamente calentado, el cual se dobla produciendo espejismos de bares,
     que han llevado a la perdición a más de un terrícola. Dicen que toda la
     culpa es de los Calurosos. ¿Y por qué las fatamorganas producidas por
     éstos no simulan escuelas, bibliotecas o colegios autodidactas? ¿Por qué
     siempre muestran lugares de consumo de alcohol? Sin duda, ya que las
     mutaciones son objetivas, los Calurosos creaban diversos espejismos, pero
     aquellos que producían instituciones educativas o bibliotecas murieron de
     hambre. Sobrevivió únicamente la especie bares (Thermomendax Spirituosus
     Halucinogenes de la familia Antropófagos). El maravilloso fenómeno de
     adaptación natural que le permite a los Calurosos la rítmica expulsión del
     aire caliente, del cual surgen los espejismos, es el juicio de nuestros
     propios vicios. La selección de la especie Calurosos-bares la provocó el
     mismo hombre o más bien su decepcionante naturaleza.
     Me indignó la carta a la redacción de Eco de Stredogen. Un lector de esta
     revista exigía la total extinción de los Calurosos y también de los
     encantadores Silenciosos Empapadores, magnificentes árboles que son el
     adorno de cualquier parque. Cuando se hace una incisión en su corteza, de
     ésta brota un jugo venenoso y cegador. Silencioso Empapador es el último
     árbol de Stredogen que no está esculpido de arriba abajo con monogramas o
     iniciales.. ¿y ahora debemos renunciar a su existencia? Al parecer el
     mismo fin le espera a otros invaluables ejemplares como Vengador
     Sincamino, Ahogador Ebulliciente, Rozkes Escondido o Aullador Eléctrico,
     el cual, para salvarse y proteger a sus crías del estruendoso escándalo
     producido por radios y grabadoras, creó, gracias a la selección, una
     especie cuyo sonido tapa las audiciones demasiado escandalosas, sobre todo
     ¡música jazz! Los órganos eléctricos del Aullador emiten frecuencias en
     forma súper heterodina, así que esta extraordinaria creación de la
     naturaleza debería encontrarse, lo más pronto posible, bajo protección.
     Por lo que respecta a la Olorosa Repulsiva, concuerdo en que el olor que
     produce es inigualable. El doctor Hopkins de la Universidad de Milwaukee
     descubrió que las especies más enérgicas logran crear hasta cinco mil
     pestes (medida del olor) por segundo. Pero hasta un niño pequeño sabe que
     las Olorosas se comportan de este modo sólo si son fotografiadas. La vista
     de una cámara apuntándoles provoca en ellas un reflejo llamado
     lentebajocola, con el cual la Naturaleza trata de proteger a esas
     inocentes criaturitas de los insistentes mirones. Es cierto que la
     Olorosa, siendo un poco miope, a veces confunde la cámara con cigarreras,
     encendedores, relojes y hasta medallas e insignias, pero en parte esto
     sucede porque algunos turistas utilizan cámaras miniatura y en tales casos
     es muy fácil equivocarse. Por lo que respecta a que la Olorosa haya
     aumentado, en estos últimos años, su alcance y su capacidad a ocho mil
     megapestes por hectárea, hay que aclarar que fue provocado por el
     creciente uso de telescopios.
     No quiero dar la impresión de que considero a todos los animales y
     vegetales cósmicos como intocables. De seguro Mordelia Animosa, Tryblas
     Rompehuesos, Tragador Degustador, Traserita Abridora, Cadavérica Aturdida
     o Devoralotodo no son particularmente simpáticos. Igualmente todas las
     hiedras de la familia autárquica a la cual pertenecen Gauleirterium
     Flagellans, Syphonophiles Pruritualis, es decir Mofador Wyprzasek
     Brzeszczozgrzebny o Desmadroso Gritador y Arroyita Mimadora (Lingula
     Stranguloides Erdmenglerbeyera). Pero si reflexionamos y tratamos de ser
     objetivos, ¿por qué el hombre es quien puede cortar las flores y secarlas,
     mientras que a la planta que arranca y hace polvo las orejas se le
     considera como algo antinatura? Si el Repetidor Rebuznante (Echolaliun
     Impudicum Achwamps) se multiplicó a gran escala en Adeonoksjia, es por
     culpa del hombre, porque esta especie toma su energía vital de los
     sonidos; antes, para esto le servían los truenos, y hasta la fecha le
     gusta oír los sonidos de la tormenta, pero actualmente prefiere tomar su
     alimento de los turistas que se sienten obligados a gritarle las más
     vulgares maldiciones. Les hace gracia, dicen, la vista de esta criatura
     floreciendo bajo una serie de las peores palabrejas. Es verdad que el
     Repetidor crece rápidamente, pero por las vibraciones del sonido y no por
     el contenido de esas leperadas que gritan los excitados turistas.
     ¿A qué conduce todo esto? En la actualidad las especies como Warlaj Azul y
     Atraviesasentadera Terco están extintas. Día a día desaparecen miles de
     otras. Gracias a las nubes de basura se acrecientan las manchas en el sol.
     Aún recuerdo aquellos tiempos en los que el mayor premio para un niño era
     la promesa de un viaje dominguero a Marte, y ahora el malcriado chiquillo
     no quiere desayunar si su papá no provoca la explosión de una supernova.
     Por esos caprichos se desperdicia la energía cósmica, se contaminan los
     planetas y los meteoros, se saquea el tesoro de la Reservación, dejando a
     cada paso en los espacios galácticos desperdicios de cáscaras, huesos de
     fruta, papeles. Destruimos el universo, lo convertimos en un gran
     basurero. Hoy es tiempo de entrar en razón y empezar a respetar las
     reglas. Así, considerando que cualquier demora puede ser fatal, hago un
     llamado para salvar al espacio.